No puedo imaginar un espacio devastado como Haití hoy. No puedo imaginar los cientos de miles de hermanos y hermanas que han dejado en la tierra su materia inerte. No puedo imaginar la falta de agua y comida, esa falta absoluta y abultada que hoy vive en Haití.
Dejé de lado los muchos textos que cayeron frente a mis ojos. Hoy -me dije- quiero hablar desde el corazón, sin especulaciones, sin técnicas, sin “caracterizaciones”. Quiero decir que me conmueve la brutalidad con que nosotros, nuestra naturaleza, ha movido a aquella tierra que resulta tan cercana. ¿Cómo acompañar ese proceso, esa vivencia, esa experiencia, ese aprendizaje? ¿Qué cosas podría mitigar semejante sufrimiento? ¿Cuántos otros lugares, de diversas maneras y con otros tiempos, sufren cosas similares a las que sufre el pueblo haitiano?
Y comienzan las inagotables discusiones, las que marcan el “eterno retorno” ¡tan cierto! que nos recordara el alemán Federico Nietzsche. Déjenme saltarme las idas y vueltas de la metafísica y la física para decirles lo que mi corazón contiene: tú intención es más fuerte que cualquier palabra, que cualquier gesto, que cualquier adhesión. La bondad, el amor, la confraternidad, aquello que se condice con la luz de tu corazón y con la luz de todos los corazones universales, supera a los gobiernos, a los imperios, a las especulaciones. “Un mal menor no puede superar a un bien mayor”. Si la intención de un Bien mayor se impone como Conciencia mayor, no hay manera de que esa mayoría pueda ser trabada. Sólo puede correr libre y presurosa hacia el objetivo dispuesto.
Por eso, soy partidario de las millones de formas de Conciencia que nos hemos dado en este mundo. Por eso creo que un pasaje del Corán focalizado en Haití, un pasaje de la Biblia, un rezo indio aymara o la donación de dinero, de alimentos no perecederos y medicinas, resultan ser igualmente fuertes y contundentes a la hora de llegar al corazón del pueblo haitiano. Aún esto mismo, sin una verdadera intención de amor, caería en saco roto. Pero esto mismo, acompañado con la hermandad y la confraternidad que día a día tratamos de construir como especie humana, hará posible una veloz recuperación de esa nación y un adorable florecimiento. Nosotros sabemos que los haitianos y haitianas tienen mucho que aprender de esta experiencia... y otro tanto nos toca a nosotros.
Algunas formas de ayudar a Haití
a) Por cheque, remitido a la Embajada, a la orden de Ministère des Affaires Etrangères d´Haití, con el memo: Assitance aux Victimes du Tremblement de Terre.
b) Por Giro bancario o depósito a la cuenta del Banco Francés: 304/0302381/6; CBU: 01703045 20000030238165; CUIT/CUIL/CDI: 30 692 186199.
c) UNICEF: 0810-333 4455. (Cuenta para depósito en el Citybank: 822457/029)
Dejé de lado los muchos textos que cayeron frente a mis ojos. Hoy -me dije- quiero hablar desde el corazón, sin especulaciones, sin técnicas, sin “caracterizaciones”. Quiero decir que me conmueve la brutalidad con que nosotros, nuestra naturaleza, ha movido a aquella tierra que resulta tan cercana. ¿Cómo acompañar ese proceso, esa vivencia, esa experiencia, ese aprendizaje? ¿Qué cosas podría mitigar semejante sufrimiento? ¿Cuántos otros lugares, de diversas maneras y con otros tiempos, sufren cosas similares a las que sufre el pueblo haitiano?
Y comienzan las inagotables discusiones, las que marcan el “eterno retorno” ¡tan cierto! que nos recordara el alemán Federico Nietzsche. Déjenme saltarme las idas y vueltas de la metafísica y la física para decirles lo que mi corazón contiene: tú intención es más fuerte que cualquier palabra, que cualquier gesto, que cualquier adhesión. La bondad, el amor, la confraternidad, aquello que se condice con la luz de tu corazón y con la luz de todos los corazones universales, supera a los gobiernos, a los imperios, a las especulaciones. “Un mal menor no puede superar a un bien mayor”. Si la intención de un Bien mayor se impone como Conciencia mayor, no hay manera de que esa mayoría pueda ser trabada. Sólo puede correr libre y presurosa hacia el objetivo dispuesto.
Por eso, soy partidario de las millones de formas de Conciencia que nos hemos dado en este mundo. Por eso creo que un pasaje del Corán focalizado en Haití, un pasaje de la Biblia, un rezo indio aymara o la donación de dinero, de alimentos no perecederos y medicinas, resultan ser igualmente fuertes y contundentes a la hora de llegar al corazón del pueblo haitiano. Aún esto mismo, sin una verdadera intención de amor, caería en saco roto. Pero esto mismo, acompañado con la hermandad y la confraternidad que día a día tratamos de construir como especie humana, hará posible una veloz recuperación de esa nación y un adorable florecimiento. Nosotros sabemos que los haitianos y haitianas tienen mucho que aprender de esta experiencia... y otro tanto nos toca a nosotros.
Algunas formas de ayudar a Haití
a) Por cheque, remitido a la Embajada, a la orden de Ministère des Affaires Etrangères d´Haití, con el memo: Assitance aux Victimes du Tremblement de Terre.
b) Por Giro bancario o depósito a la cuenta del Banco Francés: 304/0302381/6; CBU: 01703045 20000030238165; CUIT/CUIL/CDI: 30 692 186199.
c) UNICEF: 0810-333 4455. (Cuenta para depósito en el Citybank: 822457/029)
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