El poder económico es el que oprime a las sociedades del mundo, su patria es aquella en la que el capital es más rentable, y sus prácticas empresariales sólo están vinculadas con la obtención de resultados lucrativos. La única víscera sensible es “su bolsillo” y todos aquellos procesos sociales que se manifiesten como atentatorios a la intangibilidad del producto de la usurpación que guardan en “su bolsillo”, serán objeto de una violenta reacción.
Jamás el poder económico del mundo y de nuestro país va a reconocer que sus riquezas son producto de la explotación de los pueblos. Ese poder se considera de origen divino y quienes lo ejercen actúan como fieles sacerdotes de esa divinidad. Por eso las arcas del poder son intangibles (intocables) y cuando el Estado, representante de un pueblo, quiere redistribuir de alguna manera el producto de esa usurpación recibirá el “castigo divino” que le ocasionará la pérdida del poder político constitucional que se le ha otorgado.
Conciudadanos, no esperemos que ese poder espurio quiera compartir su “motín” con aquellos a quienes se los ha arrebatado. Nunca se verá una revolución generada por éste sector que persiga favorecer a los grupos más carenciados de la sociedad.
No es el pueblo trabajador el que propicia la instauración de gobiernos de facto porque saben a qué intereses van a responder esos gobiernos.
Por el contrario, son los grupos del privilegio y la usurpación los que propician y apoyan a quienes tienen el poder violento de alterar la vida de la sociedad y destruir el funcionamiento de las instituciones democráticas del país.
“El poder económico corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”
Tenemos que seguir trabajando para mejorar la práctica democrática de nuestro país, pero sería conveniente pensar: ¿De qué lado voy a estar parado mientras tanto?
Marcelo Fernando Fernandez
Revista veintitrés. “Respuesta: Cuando se habla de la pata civil en los golpes militares que desangraron al país el siglo pasado se está hablando de esos señores que ostentan el poder económico. Muchos de ellos tan culpables como los militares que fueron juzgados y hoy están cumpliendo sus condenas. Pero ninguno de ellos debió pararse frente a los jueces, no tuvieron que rendir cuentas. ¿Dónde hay que estar parado? No hay dudas, en la vereda democrática en la que todavía queda mucho por hacer y mejorar.”
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