Por Julián Duo Aguirre y Gerardo Oviedo
Desde hace décadas, por no decir siglos, que muchos personas y organizaciones, desde diversas perspectivas ideológicas luchan para acabar con distintas prácticas de discriminación y opresión por motivos de género u orientación sexual. Una batalla que algún@s entienden es parte de una lucha más amplia contra un sistema social e histórico que hoy encarna el llamado capitalismo, mientras otr@s sólo la visualizan desde reivindicaciones por derechos y obligaciones inalienables y pre-existentes como seres humanos que debieran contemplarse en un texto del ordenamiento legal. Si bien la organización de los sectores sociales por alcanzar una sociedad sin oprimidos debe proseguir con fuerza y no conformarse con ciertas mejoras legales; en los hechos concretos más allá de estas distintas miradas hoy se debate algo que de lograrse, quiérase o no, implicará un paso adelante en la igualdad.
El debate suscitado en torno a la reforma al Código Civil que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo es un ejemplo de lo dicho antes. Mientras las expresiones de distintos sectores sociales continúan, el próximo 28 de junio habrá en la provincia una audiencia pública sobre esta ley de matrimonio para todos y todas. Muchas organizaciones sociales, estudiantiles, laborales, y demás sectores que trabajan todos los días por una sociedad más justa, igualitaria y en donde se respete la dignidad de las personas, tratarán de expresar su voz en pos de un futuro donde se termine, no sólo con la discriminación legal y la marginación jurídica, sino con otras formas de segregación que marcan la vida de muchas personas en su trabajo, estudio, y demás ámbitos de su vida cotidiana por él solo hecho de tener una orientación diferente a la heterosexualidad.
No es intensión de los que escriben forzar la opinión del lector para que encaje con nuestro pensamiento sino abrir perspectivas más amplias en un tema que hasta ahora estuvo marcado por ópticas puramente religiosas o construcciones culturales basadas en prejuicios de larga data. De esta manera es lícito preguntarse ¿por qué alguien creería que tiene más o mejores derechos que otra persona? O ¿Por qué alguien por el sólo hecho de su heterosexualidad se sentiría más idóneo o preparado para criar un hijo/a? o bien ¿Por qué en muchos de los grandes medios de comunicación se emplea el argumento de la adopción cuando la discusión no tiene que ver con esto (algo ya reglamentado por nuestro derecho) sino con el acceso al ejercicio de un derecho civil que regula un régimen patrimonial, de asistencia y reciprocidad entre personas con independencia de su orientación sexual o de género? Son algunas preguntas para disparar la reflexión.
Más allá de la diversidad de opinión, absolutamente válida y con la cual estamos de acuerdo, no podemos dejar de lado que las situaciones de discriminación y opresión sexual se viven a diario y que en algunos momentos de “fervor”, no faltan aquellos que- conscientemente o simplemente masificados- se acoplan a comentarios peyorativos y descalificativos que amedrentan la dignidad de cualquier persona. Sin embargo, no es la intensión de victimizar a un sector social por tal o cual preferencia sexual sino reflexionar sobre el hecho que, más allá de las cuestiones morfológicas de nuestros cuerpos y de nuestras orientaciones sexuales, lo demás es una construcción cultural. Y así todos y todas somos al menos en la letra constitucional iguales ciudadanos, diferentes en orientaciones o preferencias pero no más que eso, y de lo cual todas las personas que formamos parte de esta sociedad nos podremos enriquecer mutuamente si valoramos esas diferencias y vivimos la igualdad que como personas merecemos.
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