lunes, 21 de diciembre de 2009

De Olas e interrupciones. Nuestro feminismo latinoamericano



Valeria F. Hasan


La versión hegemónica eurocéntrica acerca del/los feminismo/s cuentan la historia del movimiento de acuerdo a la sucesión de lo que se ha denominado las tres Olas. La I Ola comprende un tiempo discontínuo y se extiende a lo largo de varios siglos. Incluye la lucha por el sufragio pero al mismo tiempo por los derechos civiles, el acceso de las mujeres a la educación, la batalla de las anarquistas y las luchas por el socialismo. Las pioneras feministas hicieron “visible” precisamente lo que de arbitrario y desigual tenía su condición de mujeres “privadas”. Esta etapa no contiene una producción teórica profusa ni articulada. Algunas argentinas representativas de esta primera Ola son Cecilia Grierson, Julieta Lanteri Renshaw, Alicia Moreau de Justo, Victoria Ocampo, Carolina Muzzilli. Para el caso argentino, como vemos, aquella tradición feminista original fue proletaria y sufragista. La II Ola, alrededor de los años ’60 y ’70, es un momento de emergencia de “nuevos sujetos”. Diferentes procesos, en distintos lugares del mundo, dan cuenta de un escenario de cambio, transformaciones sociales, auge de masas, controvertidos procesos de luchas obreras y variadas manifestaciones: las rebeliones juveniles en Europa, el proceso vietnamita, el argelino, la revolución cubana, la presidencia de Allende en Chile; en el caso de nuestro país: el rosariazo, el cordobazo… todo era posible y la utopía también. En ese contexto hace su aparición el movimiento de mujeres bajo el lema “lo personal es político” y ya no plantea un movimiento de ilustradas y "mujeres excepcionales", sino que pasa a ser un movimiento colectivo de características masivas. Este feminismo viene acompañado de nuevas reivindicaciones: no se trata sólo de la cuestión de reducir la diferencia, de salir de lo privado para ingresar al orden público. Es el momento de cuestionar la base misma de los criterios de distinción y por lo tanto, el acento está puesto en el cuerpo y la sexualidad como lugares en los que se anuda la diferencia sexual y el dominio patriarcal a partir de la ecuación mujer = esposa = madre. Precisamente la noción de “patriarcado” resulta fundante de este período. En Argentina, la Segunda Ola coincide con el nacimiento, en 1970, de la Unión Feminista Argentina (UFA). Varios grupos de mujeres y agrupaciones feministas se suceden en aquellos años para luego ser impactados por el golpe militar de 1976. A partir de allí y hasta el retorno de la democracia en 1983, lo que se conoció como cultura de catacumbas fue la actividad más constante de las feministas argentinas: grupos de estudio y discusión por un lado; búsqueda de familiares desaparecid@s y resistencia a la dictadura por el otro. La III Ola, finalmente, se corresponde con el advenimiento de la globalización neoliberal. Algunas teóricas declaran el fin de la mujer y/o el postfeminismo ya que el sujeto político ahora es múltiple. En esta época de “estallido de las identidades”, alcanzados todos los derechos relacionados con la igualdad, el reclamo es por reconocimiento: de etnia, de raza, de clase, de género, de orientación sexual. En este sentido, se produce también el ingreso al movimiento (no sin tensiones) de las llamadas minorías sexuales (comunidad LGTTBI – Lesbianas, gays, travestis, transexuales, bisexuales, intersex) con sus demandas específicas y acompañados de una producción teórica propia de la mano de los Estudios Queer.


La idea de “Olas” reúne las características, demandas y particularidades del feminismo blanco occidental. Para el caso de América Latina, la sucesión en Olas de la historia del/los feminismos no resulta una explicación que dé cuenta acabadamente de la realidad regional Lo que podríamos identificar como una versión alternativa, más ajustada a nuestra historia latinoamericana, indica que el/los feminismo/s pueden pensarse gramscianamente, de manera discontínua, interrumpida. Bajo esta última interpretación, habría tradiciones dispersas, tradiciones dominantes y tradiciones subalternas. Efectivamente, la opresión de las mujeres es universal, pero los feminismos son múltiples y diversos, y aquí hubo diferencias de raza, etnia, religión y clase desde antes de la conquista. Esta no es una novedad que nosotras inauguramos en el tercer milenio sino que es parte de nuestro ser latinoamericanas. Como indica la ítalo mexicana Francesca Gargallo, no es posible revisar las ideas del feminismo latinoamericano sin tomar en cuenta las que hoy se producen en el marco de la crítica a la occidentalización de América, y a sus secuelas de racismo y colonialismo que se reorganiza en las políticas neoliberales. En este marco, cobran visibilidad además del feminismo occidental blanco, el feminismo negro, el feminismo indígena, el feminismo lesbiano. “El feminismo es un movimiento político original no sólo por su contenido, sino también por sus formas y sus modos de funcionamiento […] Ha introducido los fermentos de una verdadera revolución social y política en las relaciones entre los sexos, pero una revolución de largo término, no violenta, que continúa su avance paso a paso (Ciriza, 2009, Feminaria. Año XVII, Nº 32/33. Buenos Aires).










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