sábado, 5 de diciembre de 2009

Sobre encuentros


Una mañana decidí revisar la casilla de mi correo electrónico; mientras leía los asuntos de cada uno de ellos me encontré con una invitación. Sí, una invitación a un Encuentro.
El correo provenía de El Almacén Andante. Decidí abrir el correo y leerlo (debo reconocer que, en un primer momento, sospeche de alguna de esas cadenas que amenazan con poner en peligro mi existencia si no reenvío ese correo a 14638 personas más) Me parecía que una invitación a un encuentro ameritaba su revisación. Más aún cuando en estos tiempos, lo que menos abundan son los encuentros; encuentros con amigos, encuentros con vecinos, encuentros con compañeros. Quizás tanto miedo del otro, tanta reja, tanto perro Pit-bull, tanto apuro por correr en esta vida. No se ofenda, lo entiendo. A mi pasa algo parecido.
La cita era para el sábado 23 de mayo en la Cuarta Sección. Se trataba de un encuentro entre Consumidores, Productores y Comercializadores. Como consumidor, nunca había sido convocado por quien elabora los productos que consumo ni por quien los comercializa (Ni Carrefour ni Wal Mart han tenido hasta ahora la atención de invitarme a juntarme con ellos). Pensé y llegué a la conclusión de que lo que se busca generalmente es, precisamente, lo contrario. Es decir, que todos los que tenemos algo que ver con “un producto” no nos veamos; y si lo hacemos, que sea rápido.
Bueno, disculpe, me distraje. Volviendo al encuentro... me entusiasmo la idea, y sin dudarlo, agendé la fecha.
Finalmente, llegó ese sábado. Debo reconocerle que por mi cabeza también pasaron planes estupendos para esa tarde. Una siesta al calor del sol de otoño se llevaba varios votos; la película que pasaban por Canal 9 también se las traía. Todo estaba dado para mantener la inercia que me ataba a mi hogar. Sin embargo, tomé fuerzas de donde no tenía, y emprendí viaje hacia la Cuarta Sección. Di la vuelta en la esquina y miré hacia el Este. Y allí estaban... Consumidores, Productores y Comercializadores (digo que allí estaban, ya que tengo la mala costumbre mendocina de llegar tarde a todos lados).
Saludé y me saludaron, y en cuestión de un par de minutos ya estaba hablando con una de las señoras que hace la salsa de tomate. Me contó de todas las dificultades que deben enfrentar para poder producirla. Yo le comenté que hacía tiempo que mis pizzas no eran cubiertas por una salsa tan espesa y pura. Sólo estas palabras, le dieron ánimo para seguir luchando y produciendo junto a otras mujeres y hombres de Lavalle.
La cosa se ponía buena; ahí no más identifique a las señoras de los panificados. Allí estaban ellas, sentadas al lado de la puerta. No perdí ni un segundo y fui hacia ellas. Empezamos a conversar. Les consulté por qué los alfajores de maicena poseen tan gruesa capa de dulce de leche. Les expliqué que, según los manuales de economía, eso no contribuiría al éxito de su proyecto productivo. Me respondieron que a la gente le gusta los alfajores con mucho dulce de leche y que hace tiempo que han dejado de leer esos libros.
De repente todos hicieron silencio. Un joven sacó de una funda su guitarra, y comenzó a cantar. Chacarera, tonada...Nos contó que era un cantautor mendocino (sí, de estas tierras) y nos relató los pormenores de la perversa“industria” de la música. Recién allí comprendí porque nunca había escuchado sus canciones en las radios. Se llama Alejandro Sicardi y lucha por llevar su música a todos nosotros, y la de muchos otros músicos que son ignorados por esta industria. Fue una pausa en medio de tanto PopStars y concurso televisivo.
Y así se fue pasando la tarde. No me di cuenta pero, como dice mi abuela, “el tiempo se pasó volando”. Y según los entendidos en el tema, eso sucede cuando la cosa esta buena. Pregunté por otros productos, pregunté por el reparto de los productos, pregunté por todo lo que no conocía. Me preguntaron que me parecían los productos, qué me parecía el reparto. Escuché y me escucharon. Charlamos.
Cuando oscurecía decidí regresar a casa. Se ponía fresco y no había llevado abrigo. Saludé y juré mi concurrencia al próximo encuentro. Mientras caminaba de regreso, silbé una de las canciones de Sicardi. En mi cabeza daban vueltas las palabras de cada persona, de cada grupo que conocí esa tarde. Los chicos de El Espejo, la gente del Noticiero Popular, las mujeres de los perfumes y los sahumerios. Cada uno tenía algo para contar y algo para escuchar...
Llegué a casa. Pero desde ese entonces, pienso en el próximo saludo, en la próxima charla, en el próximo encuentro.

Desde El Almacén Andante agradecemos a todos los productores y productoras, y a todos los consumidores y consumidoras que participaron en el encuentro. También agradecemos a quienes no pudieron asistir pero nos consultaron por el encuentro. Y agradecemos a todos y todas las consumidoras que mes a mes, hacen posible este encuentro que hemos dado en llamar El Almacén Andante, que busca construir relaciones más solidarias y justas para nuestra sociedad.

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