“Mujeres luchadoras por las calles mendocinas” era una de las tantas canciones que entonaban las participantes de la Marcha contra todas las formas de violencia hacia las mujeres. El 25 de noviembre pasado, cientas y cientos de mujeres y hombres marcharon desde Garibaldi y San Martín hasta la Legislatura para mostrarle al resto de la sociedad las formas de violencia que sufren las mujeres y para exigir respeto, amparo legal y social ante este mecanismo de discriminación estructural.
Era un ambiente alegre. A decir verdad, era un ambiente entre alegre y cansado. Tal vez, esta época del año vaya marcando en nuestros rostros el agotamiento del trajinar cotidiano que arrastramos desde los primeros meses del 2009. Por otro lado, no era fácil ver, vernos, haciendo visible algo que debería formar parte del museo de las aberraciones: “la violencia de género”. En la concentración del km 0 se podía apreciar las banderas y pancartas gritando reclamos, a la espera de respuestas, mordiendo el polvo del asfalto para sumar una nueva intención. Es amplio y noble el camino recorrido por las mujeres y hombres que luchan por los derechos de las mujeres (que también son los derechos de los hombres y, como bien lo dice la frase: “también son derechos humanos”).
Algunos grupos –de los que conozco o se delataban en los carteles- que formaron parte de la manifestación fueron: “Autoconvocados y autoconvocadas en lucha por la NO VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES”, Agrupación de mujeres “Se vienen las mendocinas”, “Las pájaras”, “Noticiero Popular”, “GiraMundo”, “La Casita Colectiva”, “Las Juanas”, “Pan y Rosas” – PTS-, la CCC, PCR, “En clave Roja” –Agrupación Universitaria PTS-, MST – CEPA, Centro de estudiantes de la FCPyS, independientes, etc. La marcha se vio enaltecida y logró un alto nivel de interpelación por la impresionante intervención actoral que realizaron un grupo de actrices y actores. Esta gente, durante toda la tarde, interpretaron magistralmente a un proxeneta que ofrecía el servicio de un par de mujeres a su cargo; un madre histérica que asediaba constantemente a su hija; una niña asustada que tenía sus labios cosidos y un SER Estado-Patrón-Marido que, a través de hilos, hacía mover a la mujer del S. XXI.
La actividad se desarrolló con total normalidad. Cuando se llegó a la legislatura provincial, algunas mujeres tomaron la palabra y explicaron varios de los motivos por los que se había caminado.
Nosotros cerramos esta nota retomando el pedido de la Agrupación de mujeres “Se vienen las mendocinas” que exige se declare la “emergencia en violencia sexual, para que se apruebe e implementen en todos los hospitales y centros de salud (incluido el Notti) protocolos de atención sanitaria a víctimas de violación que incluyan:
Información y provisión obligatoria de anticonceptivos de emergencia: porque un embarazo producto de una violación es exponer a la víctima a otro padecimiento psíquico y físico. Es someterla nuevamente a algo no deseado.
Para que se le realicen exámenes y tratamiento de HIV, HPV, hepatitis, atención psicológica continua y gratuita.
Para que se reforme el código procesal penal garantizando: que los fiscales tomen las denuncias en los hospitales y que las pruebas recogidas eviten una nueva revisación y revictimización.
Para que en caso de violación se interrumpa el embarazo en hospitales públicos de acuerdo a lo prescripto por el código penal.
También exigimos que el Poder Ejecutivo de Mendoza nos provea a las mujeres de silbatos y gas pimienta como forma de prevención ante posibles abusos o violaciones.”1
Decían las pancartas:
“Cuando una mujer dice no, es NO”
“Educación sexual integral, laica y con perspectiva de género”
“El aborto clandestino es violencia”
“Basta de muertas por aborto clandestino”
“El crimen pasional no existe, es femicidio”
“Aborto legal, seguro y gratuito”
“Justicia para Mayra. Cárcel a los violadores”
“Si te quiere no te pega”
“La heterosexualidad obligatoria es violencia”
“Mi mamá es torta, ¿y qué?”
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