La editorial de “El boletín del MIMM1” de octubre de 2009 llamó mi atención. ¿Una ley de la música? ¿Qué sería eso? ¿Acaso el músico es un trabajador?
Entonces me puse a indagar sólo para construir un breve boceto de las intenciones que tendría una Ley de la Música y los mecanismos que podrían proteger y promocionar las actividades relacionadas con los músicos y la música en Argentina.
Esta Ley tendría como objetivo fundamental que el Estado se ocupe de la promoción y apoyo de la actividad musical, especialmente aquella que tiene carácter nacional, por la contribución que evidentemente ésta hace al afianzamiento de la cultura. Las áreas a trabajar serían, a grandes rasgos: “Música en vivo”, “Producción de música grabada”, “Enseñanza del Arte de la Música”, “Difusión” y “Promoción cultural y social”.
“Esta ley crea el INSTITUTO NACIONAL DE LA MUSICA que funcionará como ente público no estatal (es así como se denomina técnicamente a este tipo de estructuras) dentro del ámbito de la SECRETARIA DE CULTURA de la PRESIDENCIA DE LA NACION y tendrá autarquía administrativa, técnica, funcional y financiera con jurisdicción en todo el territorio de la Nación. Será conducido y administrado por el Directorio (Director y Subdirector), la Asamblea Federal y el Comité representativo.”2
Este Instituto tendrá a su cargo, entre otras cosas, la organización y la programación de actividades musicales de interés cultural y/o educativo que llegue a aquellos que tienen un acceso nulo o deficiente a este tipo de manifestaciones.
Será obligación de este Instituto generar charlas, seminarios y jornadas que tengan por fin el de formar a los músicos en temas como: los alcances de la propiedad intelectual, las instituciones de derechos de gestión colectiva y los derechos que tienen como trabajadores.
Otros puntos importantes de esta ley son: el otorgamiento de herramientas que solucionen una parte del proceso productivo de un proyecto musical (vales para fabricar discos, para grabar, para pasterizar, para imprimir gráfica, para difusión, para diseño y mantenimientos de soportes digitales, etc.); la participación, en las distintas regiones culturales, de las organizaciones de músicos independientes en la distribución de parte de los beneficios otorgados y la creación de un circuito estable de música en vivo en cada región cultural.3
Todos sabemos, a esta altura del partido, que nuestro mundo está mediado por símbolos. Los símbolos son representaciones de “algo más” y “de eso mismo” en un solo movimiento. Aunque nadie, de forma pura, ha podido ver a una “negrita” –hablo de la materialización de un sonido en el éter-; es evidente que ella existe: la música existe y genera reacciones. Y esa música no se da de manera mágica, sino que es una persona quien debe trabajar para que ella sea posible. En otro sentido –pero en el mismo- los discursos son construcciones que tienen efectos contundentes en nuestra manera de percibir y actuar “sobre las cosas”.4 Entonces, es momento de comenzar a observar las cosas como realmente son, dejando de lado los prejuicios y las “auras”: artistas en general, poetas, músicos, artistas plásticos, escritores y etcéteras deberán asumir su condición de trabajadores para que –de una vez por todas- logren garantizar sus derechos y su subsistencia no sea un imposible. Pero… ¿es esto lo que quieren los artistas?
3 Tomado de un volante que invitaba al “Festival por la ley nacional de la música”. UNIRED, F.I.M.A. y ECUNHI (Espacio Cultural Nuestros Hijos).
4 Tómese a la discusión que abrió la Ley de medios como ejemplo de lo que digo. Si analizamos buena parte de los discursos mediáticos podremos entender la fortaleza que tiene el discurso (posiciones hegemónicas y subalternas de por medio).
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