La visita fue corta, pero más que interesante. Veinticinco minutos en el tren, me llevaron desde Constitución hasta Quilmes. En la estación de trenes, me esperaba Juan Carlos, un trabajador de lo que, en otros años, fue una cooperativa grande, muy grande; y que durante muchos años estuvo al frente de la organización internacional de cooperativas.
En la camioneta rumbo a la fábrica, Juan Carlos me remontaba a los años gloriosos, y contaba cómo las políticas menemistas hicieron de un gran nodo productivo, una especie de ruina casi insalvable.
Nacida en el ´45, tuvo que cerrar sus puertas en los ´90. Frente a la fuerte crisis, sus trabajadores vuelven a organizarse después del 2001. De a poco se vuelve al ruedo.
Entramos por una puerta lateral, pasando por el galpón de un taller metalúrgico. Pasamos el umbral divisor y el paisaje se convierte abruptamente. Sobre los palets, fideos recién elaborados. Más atrás las máquinas, las que quedaron, descansando de la producción de ayer. Formando inmensos roperos de madera, los secaderos, de los cuales sólo unos pocos de las decenas de ellos, están en actividad. Cada centímetro de la fábrica, una historia distinta. El aspecto de los años lo hacía un lugar confortable, cálido.
Juan Carlos me explica cómo es el proceso de trabajo. Después de esto me lleva a un tercer galpón, vacío, vaciado por la hecatombe. Me comenta que están tratando de venderlo, que necesitan desahogarse de las deudas, y que necesitan que les alcance para una camioneta para poder distribuir mercadería.
Vamos a la oficina. No hay teléfono. Armarios llenos de libros. Estantes llenos de historia, la que se vive a flor de piel. En eso llega otro compañero de la fábrica. Empiezan los mates y las anécdotas conjuntas. Se abren los libros de actas, desde los primeros a los de ahora. También las preguntas comienzan a volver.
Me doy cuenta de lo que es vivir una cooperativa. Me hablan de producción, de trabajo, de salud, de educación, de futuro…
Las imágenes son fotos viejas. Las puertas rechinan. Nos regalan boletines elaborados ahí mismo, de los que repartían por las escuelas y los centros sociales.
Hoy devenidos en 12 trabajadores, creciendo. “Con esta fábrica podemos dar trabajo a más de 50 compañeros” afirma Juan Carlos y se lamenta de la ineptitud de nuestros gobernantes. Mil proyectos presentados, mil proyectos desoídos.
Adelante, siempre adelante, la convicción. No paran un segundo de creer en lo que van a llegar a ser. Mientras tanto, cuatro producciones mensuales les refuerzan los sueños. Ya va a llegar el momento de estar a pleno nuevamente. No van a descansar.
2 comentarios:
a los fideos les falta sal y gusto a algo solo es pasta de sopa
Chicos a mejorar
No comparto la apreciación. A mí me gustan mucho estos fideos y me los zampo con quesito y salsa de tomate de la UST. De postre, un alfajorcito de maicena.
Aunque, es cierto, todos podemos mejorar.
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