sábado, 21 de noviembre de 2009

La gallina puso un huevo y gritó: “¡mío!”




Hasta que al huevo le crecieron alas y volando fue libre para siempre.


No es fácil estar completamente seguro en este tema. Suponemos, de buenas a primeras, que la gallina cree que el huevo que puso le pertenece. Tal vez, en un acto de injusticia para este animal, le estamos cargando las tintas de una actitud que pertenece también al reino animal (pero de otro tipo); quiero decir al animal humano.

Lo cierto es que el huevo dejó de ser huevo, creció, y en el momento que menos lo esperábamos, utilizó sus alas y se echó a volar. Fue allí en donde la gallina comenzó a dudar sobre la propiedad privada.

Hoy nos sucede lo mismo. Cuando comenzamos a entender que pertenecemos a un todo indisoluble, cuando la certidumbre de la física tradicional en relación al “todo es energía” se agudiza con los nuevos principios de la física cuántica y esta bella interrelación que integramos; cada uno de estos detalles nos hace dudar sobre la existencia de una propiedad privada.

A veces los análisis se ponen más serios y pensamos en la cantidad de vidas que, por no hacerse de una propiedad privada han dejado de existir, así sin más, y recordamos las palabras del revolucionario Ricardo Flores Magón que nos decía que: “Nadie cree que los pueblos del mundo civilizado están viviendo en condiciones ideales. Toda persona de conciencia se siente horrorizada a la vista de esta continua lucha de hombres contra hombres, de este interminable engaño de unos a otros. El objetivo que atrae a hombres y mujeres en el mundo es el éxito material; y para alcanzarlo ninguna vileza es lo bastante vil ni bajeza lo bastante baja para desanimar a sus adoradores de codiciarla.”

En un sentido más estricto, queremos plantear una posición en relación a la propiedad privada de lo denominado ‘intelectual’ (el nombre técnico viene a ser copyright, concepto que nos adelanta buena parte de la película). En sus Diez tesis sobre el sistema internacional de copyright y el sur global[1], Alan Story[2] hace un análisis de la situación actual sobre propiedad intelectual y deja en claro cuáles son las situaciones puntuales de interés estrictamente económico (de Norte a Sur) de lo que en algún momento se llamó la industria cultural (en un sentido amplio).

La primera tesis de Alan nos dice que El sistema internacional de copyright existente es una carga sobre la espalda de los países del Sur y principalmente funciona en beneficio de grandes corporaciones de los países ricos e industrializados. Este sistema, creado en 1886, tiene como objetivo resguardar la propiedad de los autores pero, cuando ahondamos en las ganancias que significan para las grandes corporaciones, entendemos que el mayor interés radica en las empresas dueñas de los autores.

Cuando el autor de estas tesis estudia el “superavit neto global” en el comercio de productos de propiedad intelectual (o sea qué países venden más propiedad de la que compran) vemos que “según las cifras del FMI, sólo dos (2) países en el mundo tienen un superávit neto. El número uno en el mundo es los Estados Unidos, con un superávit comercial neto de 23 mil millones de US$. (Esto significa que EE UU vendió 23 mil millones de US$ más en productos PI (Propiedad Intelectual) de lo que compró a otros países). El número dos de la lista –y muy lejos detrás de EE UU– es el Reino Unido con un superávit neto de 900 millones de US$ (debo agregar que estas cifras son de algunos años atrás; seguramente estos ingresos netos hoy serían aún mayores). Sin embargo, no hay ningún otro país en esta lista del FMI, ningún otro país presenta un superávit comercial.

El panorama se hace aún más claro cuando miramos lo que es conocido en Estados Unidos como las “principales industrias del copyright”. Las “principales industrias del copyright” significa compañías implicadas en la producción de bienes como películas, música, libros, programas de televisión y software, las cuales confían en la protección del copyright para su existencia… y para su provecho. En 2002, todas las ventas extranjeras (no estadounidenses) y las exportaciones de estas industrias estadounidenses sumaron 89,26 mil millones de US$. Cuatro años más tarde, las ventas son indudablemente aún más altas. Esa cifra de 89.260.000.000 US$ significa que los ingresos recibidos por ventas extranjeras en industrias estadounidenses de copyright son casi dos veces mayores que el total de las ventas extranjeras de las industrias estadounidenses que producen automóviles, repuestos y accesorios. En resumen, los productos de PI son una de las principales industrias de exportación para la economía más rica del mundo.”

Todos han visto alguna vez esa “c” rodeada de un circulito (o sea, ©). En los libros además está la advertencia: “fotocopiar libros es un delito” Ley que se yo cuanto. Y a veces apelaciones a la moral: “la fotocopia destruye al libro”. Mentira. Es más, es justo al revés. La fotocopia multiplica al libro, le hace hijitos. Lo que se hace, es cierto, es quitarle un poquito del negocio a las editoras, pero… ¿es así? Veamos. El que puede elegir entre comprar un libro o fotocopiarlo lo compra. Y al que no le alcanza para comprarlo no le alcanza y punto, con lo cual alternativa es “fotocopia o nada”. Además, las editoriales se niegan a comercializar los libros digitalmente en partes, como si uno para comprar una tira de asado tendría que comprar la vaca entera. Aclaración: hoy en día todo libro es digital antes de ser de carne y hueso, con lo cual no agrega costo, mas bien al revés. Cerrando este punto: la fotocopia no es un gusto para nadie, lo cual puede comprobarse viendo que por cada cien fotocopias de el aparato digestivo sacadas a un manual se hacen cero fotocopias de los párrafos más maravillosos escritos jamás.

La excusa muchas veces es “el costo de quien crea la obra”. Esto no tiene mucho sustento, ya que para intentar proteger a los autores existen los derechos de autor, y el copyrigth contempla a los dueños de la obra, es decir, a las editoriales, que firman contratos absolutamente leoninos con los autores. Una vez a un escritor preguntaron a que otros escritores conocía y respondió: “A ninguno, todos a quienes conozco que escriben se dedican a otra cosa para sobrevivir”.

Ante esto, desde hace ya varios años ha surgido los que se llama el copyleft, el mismo signo con la “c” invertida, que no puedo escribir aquí porque el que hizo este programa de computadora omitió incluirlo. Un olvido lo tiene cualquiera. El copyleft aprueba y fomenta la copia, distribución, exhibición y utilización de cada obra, con las siguientes condiciones: mencionar la fuente, que la copia no persiga fines comerciales y que se mantengan estas mismas condiciones para obras derivadas.

[1] Ponencia realizada para el seminario organizado por el Servicio Autónomo de la Propiedad Intelectual (SAPI), Caracas, Venezuela, 3 de noviembre de 2006.
2 Conferencista mayor en leyes de propiedad intelectual, Kent Law School, Canterbury, Reino Unido. Presidente, Grupo de Investigación Copia/Sur (www.copysouth.org)

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