Es a los de arriba a quien acuso. Son ellos los verdaderos asesinos [...] Son los que menos riesgos corren y los que más lucran con el crimen.
Rafael Barrett, Lo que son los yerbatales (1908)
La verdad de una información depende de que varios medios importantes la repitan y digan que es verídica... aunque sea falsa. Por el contrario, una información verdadera puede ser pulverizada si varios medios importantes repiten al unísono que es falsa.
Ignacio Ramonet, III Foro Social Mundial (2003)
Rafael Barrett, Lo que son los yerbatales (1908)
La verdad de una información depende de que varios medios importantes la repitan y digan que es verídica... aunque sea falsa. Por el contrario, una información verdadera puede ser pulverizada si varios medios importantes repiten al unísono que es falsa.
Ignacio Ramonet, III Foro Social Mundial (2003)
La Oficina para el Control de las Drogas y la Prevención del Crimen de la ONU, en su informe estadístico “Intentional homicide, rate per 100,000 population” (índice mundial de homicidios dolosos —excluyendo las guerras— cada 100.000 habitantes) correspondiente al 2004 —último año relevado—, ubica a la Argentina en el segundo lugar del ranking sudamericano con 5,5 puntos. Al tope de la lista se halla Bolivia (5,4), el país con menor número de asesinatos de la sub-región; y en el último Colombia con 61,1. Brasil se halla en el noveno lugar con 30,8 puntos; mientras que Chile (5,5) comparte la segunda posición con Argentina.
Subimos en la escala de nuestra comparación: América Latina. Colombia mantiene el último puesto con sus 61,1 puntos, aunque El Salvador —la nación más insegura de la Centroamérica continental— y Jamaica —la más insegura del Caribe—, la siguen de cerca con 57,5 y 55,2 (respectivamente). En el primer puesto de países seguros de la región se ubican las minúsculas Bermudas con 1,1. Le siguen Bolivia (5,4), Argentina y Chile (5,5), Perú (5,7), Uruguay y Cuba (6,0) y Costa Rica (7,3). Consignamos de pasada el índice de México, el país más populoso de Hispanoamérica: 11,3 (el doble del que presenta nuestro país).
A nivel continental, es decir, si incluimos a EE.UU. y Canadá, el ranking sería el siguiente: Bermudas, con su 1,1 puntos, mantienen el primer lugar; en el segundo puesto aparece ahora Canadá (2,0); Bolivia (5,4) pasa al tercero; Argentina y Chile (5,5) al cuarto; Perú (5,7) al quinto; Estados Unidos, con 5,9 puntos, figuran en el sexto puesto.
A escala mundial, el país con más homicidios dolosos —si excluimos los casos producidos en contextos bélicos y de terrorismo de Estado, no lo olvidemos— es Sudáfrica (69). La nación que presenta el índice más bajo (0,5) es Japón. Argentina ocupa el 84º puesto del ranking, sobre un total de 195 países computados.
Si de acuerdo con sus índices, agrupásemos en seis categorías a los distintos estados del mundo (menos de 1, nivel muy bajo; de 1 a 2, bajo; de 3 a 9, medio-bajo; de 10 a 19, medio-alto; de 20 a 29, alto; de 30 en adelante, muy alto), nuestro país quedaría posicionado entre los países con una tasa de homicidios dolosos media-baja, al igual que países como EE.UU., Reino Unido, Chile, Cuba, Uruguay, Bulgaria, Rumania y Turquía, por citar sólo algunos ejemplos. Dicha ubicación estaría a distancia apreciable de naciones con índices medio-altos como México, Paraguay, Ecuador, Ucrania, Bielorrusia, Letonia, Mongolia, Birmania, Etiopía y Chad; y a distancia enorme de países como Rusia, Brasil, Colombia y Sudáfrica.
Lo cierto es que Argentina tiene un índice inferior a EE.UU., Reino Unido y Brasil, y similar al de Chile, países que los grandes medios de comunicación nacionales y locales suelen presentar como «modelos a seguir» en todos los aspectos, incluyendo la seguridad. Pero, ya lo sabemos, la verdad no les importa. Lo que sí les importa, y mucho, son sus intereses; y para promoverlos necesitan —entre otras cosas—, una política de mano dura. Y una coartada eficaz, desde luego: títulos alarmistas y falaces como “Argentina, entre los países más inseguros de América Latina” o “INSEGURIDAD: Argentina va camino a convertirse en una nueva Colombia”; sugerencias nefastas e infundadas como “deberíamos endurecer las penas, al igual que se hizo en Estados Unidos”, “necesitamos una policía con más facultades, como los Carabineros de Chile”, “los policías tendrían que hacer raides en las villas. En Brasil se está haciendo eso con buenos resultados”, etc. etc. Mentiras, nada más que mentiras. Mentiras aviesas, porque tienen por propósito legitimar la implantación de un Estado policial que fortalezca la dominación de clase burguesa, criminalizando no sólo a los pobres que roban, sino también a los pobres que protestan.
He aquí el meollo de la cuestión: a mayor sensación de inseguridad, mayor represión de los delitos. ¿Qué delitos? Robo, en principio. Pero pronto, muy pronto, también —y sobre todo— protesta. Porque en el fondo, de lo que se trata es de no perder nunca nada, y, siempre que se pueda, ganar más. Como sea, incluso con el garrote.
Federico Mare
agosto de 2009
Subimos en la escala de nuestra comparación: América Latina. Colombia mantiene el último puesto con sus 61,1 puntos, aunque El Salvador —la nación más insegura de la Centroamérica continental— y Jamaica —la más insegura del Caribe—, la siguen de cerca con 57,5 y 55,2 (respectivamente). En el primer puesto de países seguros de la región se ubican las minúsculas Bermudas con 1,1. Le siguen Bolivia (5,4), Argentina y Chile (5,5), Perú (5,7), Uruguay y Cuba (6,0) y Costa Rica (7,3). Consignamos de pasada el índice de México, el país más populoso de Hispanoamérica: 11,3 (el doble del que presenta nuestro país).
A nivel continental, es decir, si incluimos a EE.UU. y Canadá, el ranking sería el siguiente: Bermudas, con su 1,1 puntos, mantienen el primer lugar; en el segundo puesto aparece ahora Canadá (2,0); Bolivia (5,4) pasa al tercero; Argentina y Chile (5,5) al cuarto; Perú (5,7) al quinto; Estados Unidos, con 5,9 puntos, figuran en el sexto puesto.
A escala mundial, el país con más homicidios dolosos —si excluimos los casos producidos en contextos bélicos y de terrorismo de Estado, no lo olvidemos— es Sudáfrica (69). La nación que presenta el índice más bajo (0,5) es Japón. Argentina ocupa el 84º puesto del ranking, sobre un total de 195 países computados.
Si de acuerdo con sus índices, agrupásemos en seis categorías a los distintos estados del mundo (menos de 1, nivel muy bajo; de 1 a 2, bajo; de 3 a 9, medio-bajo; de 10 a 19, medio-alto; de 20 a 29, alto; de 30 en adelante, muy alto), nuestro país quedaría posicionado entre los países con una tasa de homicidios dolosos media-baja, al igual que países como EE.UU., Reino Unido, Chile, Cuba, Uruguay, Bulgaria, Rumania y Turquía, por citar sólo algunos ejemplos. Dicha ubicación estaría a distancia apreciable de naciones con índices medio-altos como México, Paraguay, Ecuador, Ucrania, Bielorrusia, Letonia, Mongolia, Birmania, Etiopía y Chad; y a distancia enorme de países como Rusia, Brasil, Colombia y Sudáfrica.
Lo cierto es que Argentina tiene un índice inferior a EE.UU., Reino Unido y Brasil, y similar al de Chile, países que los grandes medios de comunicación nacionales y locales suelen presentar como «modelos a seguir» en todos los aspectos, incluyendo la seguridad. Pero, ya lo sabemos, la verdad no les importa. Lo que sí les importa, y mucho, son sus intereses; y para promoverlos necesitan —entre otras cosas—, una política de mano dura. Y una coartada eficaz, desde luego: títulos alarmistas y falaces como “Argentina, entre los países más inseguros de América Latina” o “INSEGURIDAD: Argentina va camino a convertirse en una nueva Colombia”; sugerencias nefastas e infundadas como “deberíamos endurecer las penas, al igual que se hizo en Estados Unidos”, “necesitamos una policía con más facultades, como los Carabineros de Chile”, “los policías tendrían que hacer raides en las villas. En Brasil se está haciendo eso con buenos resultados”, etc. etc. Mentiras, nada más que mentiras. Mentiras aviesas, porque tienen por propósito legitimar la implantación de un Estado policial que fortalezca la dominación de clase burguesa, criminalizando no sólo a los pobres que roban, sino también a los pobres que protestan.
He aquí el meollo de la cuestión: a mayor sensación de inseguridad, mayor represión de los delitos. ¿Qué delitos? Robo, en principio. Pero pronto, muy pronto, también —y sobre todo— protesta. Porque en el fondo, de lo que se trata es de no perder nunca nada, y, siempre que se pueda, ganar más. Como sea, incluso con el garrote.
Federico Mare
agosto de 2009
P.S.: véase el citado informe de la ONU. No puedo dar fe de la veracidad de estas estadísticas. Soy muy escéptico en relación a la «independencia de criterio» de la ONU. Pero de algo sí estoy seguro: de estar sesgados los datos, ese sesgo no sería precisamente «de izquierda».
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